viernes, 17 de julio de 2020

COMENTARIO DE LA PROFESORA LUCÍA AMBROGIO ACERCA DE “VOCES”





















COMENTARIO DE LA PROFESORA LUCÍA AMBROGIO ACERCA DE “VOCES”


“VOCES”  de  José Miguel Junco Ezquerra.
 Mercurio Editorial, 2020.

Prof. Lucía M. Ambrogio de Pistacchia.
Coronda, Santa Fe, República Argentina.

        
I. Lo que sale a la luz

Experimentar lo poético es un acto de elección que conlleva al descubrimiento y al  goce estético.

 Leer este poemario ha sido parte de un viaje que supo a mar, a visiones, a universos paralelos, a ofrendas y aconteceres de la vida misma.

 La emoción lectora iba ascendiendo, progresivamente, junto al  carácter de comunión con el paisaje interior de una historia colectiva, la del SUR: epicentro de tradiciones, alentadas por la memoria de José Miguel Junco Ezquerra.

El poeta propone en sus puertas de acceso, a tres voces emblemáticas de la lírica: Rosario Castellanos, Luis Cernuda y Wislawa Szymborska; haciéndonos partícipes activos de un diálogo iluminador sobre su decir poético.

La modalidad de enunciación valorativa queda expuesta así, desde el inicio del trayecto lector como un amplio abanico sonoro.

Atrae con vehemencia  la poética de la desolación que se desprende de los versos de Luis Cernuda (1904-1963) en su intertexto elegido:

“…Sin palabras, sin voces, /Sin decir, sin saber; /Últimas soledades que no aguardan mañana…”

De este modo, los lectores tienen la posibilidad de reinstalarse en la mítica Durango, una de las ciudades soñadas de Cernuda junto a su peculiar tono elegíaco.

El marco propende a lo paradisíaco, aspiración presente ya en  diferentes circunstancias periodísticas, en las que el poeta, José Miguel Junco Ezquerra, a modo de homenaje, proyecta habitualmente la obra de los grandes de la lírica del verso con que se ha formado.

Una vez más, su lente focaliza en Luis Cernuda, quien inicialmente, había adherido a la Generación del 27, el amor por la lírica española, asentada en una nueva mirada de Góngora, al culto por la metáfora y la estética del verso (aunque sin ambages modernistas que restasen la preciada naturalidad formal).

Y fue el mar, precisamente, la vía de salvación para varios de sus compañeros de promoción, los que arribaran a nuevas playas buscando refugio de aquellas facciones anarquistas y proseguir con su destino creador. Tampoco  faltaron quienes, habiendo asumido quedarse en la España virulenta, terminasen luego, como víctimas del régimen opresor.

Cabe, en esta circunstancia introductoria, una reflexión del poeta argentino, Roberto Juarroz (1925-1995) quien denominara  a esta corriente que le sucediera, como Civilización del desarraigo , advirtiéndonos de que la realidad está donde queremos que esté, donde somos capaces de engendrar una forma.

II. Lo que queda en la superficie

Así como la ausencia fue el motor que encendió la lírica de toda una generación de poetas en exilio, en José Miguel Junco Ezquerra será la ofrenda u homenaje  hacia aquellos que consolidarían su vocación poética.

Sobresale el instante en que su lente se posiciona junto a su avidez lectora, sumergiéndonos en las aguas lorquianas: Te buscan bajo tierra inútilmente; atisbando los Sueños de César Vallejo al borde de su muerte, con el estremecedor ruego de quienes presentían la orfandad de su pueblo en el relato de Pedro Rojas; o en la multiplicidad del poeta portugués Pessoa y sus inclaudicables Heterónimos, aquél del desasosiego hecho palabras, recordándonos también que  por él sabemos sobre las rosas en el jardín de Adonis…

Quizás sea el intento de reivindicación del poeta lector, una especie de tributo que alisa la realidad, pero sin llegar nunca a una lectura definitiva.

Una galería de personajes va cobrando vida ante nuestro paso por el escenario de un relato, que indaga en posturas con indicios de un tiempo y su devenir constante, así en:

 “LA MUJER DE BLANCO”

Se sentaba frente al balcón/ Y escribía árbol en el cuaderno./
Así como es un árbol/ Con la savia y la raíz del árbol/
Con el tronco del árbol/ Y las ramas del árbol/…Y se le llenaba de árboles el cuaderno/ De hojas se le llenaba el cuaderno…

Éste es sólo un ejemplo de cómo el poeta suele dejar explícita su concepción poética del paisaje, siempre más sentido que visto,  integrándolo como vemos, a la creación misma. Sentimiento aunado al oficio de los seres que llevan el conocimiento junto a la praxis cotidiana, otorgándole la fuerza de la identidad de los hombres y el mar (símbolo mismo de la vida), presente especialmente,  en La poesía y la pesca.

Esa analogía pone de relieve, en primer término, al Poeta como hacedor partícipe del sentido de hermandad social y en segundo lugar, la conciencia de realidad ante los avatares posibles de recepción lectora:

Los cementerios marinos / están hasta los topes de cadáveres/ de poemas inconclusos…
Y es la sensibilidad la condición que lo caracteriza, atravesando al poemario, junto a una incipiente  esperanza por un mundo más solidario, alzando su voz de reclamo por el derecho a vivir de los dejados de la mano de Dios, en Mariposas o en Inservible, donde apela a la negación como vil estrategia del accionar “humano”:

No esconde uno la cara entre las manos/ante la visión de un pájaro caído…

La ausencia fija parámetros intimistas que poseen el territorio de lo sagrado de los vínculos humanos, al filo de la noche, allí donde lo impersonal trama una lírica que nos deja a la distancia, preservando testimonios de un yo etéreo.

Las formas del silencio hacen más leve su estilo, al igual que la métrica del verso libre, una decisión asumida, deliberadamente, junto a su identificación con la poesía de raigambre popular.

Y como herencia de los grandes de la lírica española, el ritmo está asociado a sus versos mediante el balanceo musical de sus anáforas y encabalgamientos de versos, naturalizando un decir “musical” propio:

ESPEJISMO

Con todo el mar al hombro era que iba/era que andaba por desiertas calles/era que se ovillaba bajo un puente/con el brazo del mar sobre los hombros.

Y el mar con sus espumas enrocado/Con sus buques de tiempos remotísimos/Con sus muertos anónimos de pena/Con sus lamentaciones inaudibles.

Y ella con todo el mar por esas lomas/Ella con todo el mar y sus heridas/ Ella con todo el mar a la intemperie/Ella con todo el mar sobre los hombros.
…………………………………………….
¿Podríamos acaso, prescindir de ese despliegue de asociaciones, que suman lo anecdótico a lo visual y  lo sonoro?

Es visible a los lectores su corriente de música y de ideas que subyace, en una especie de relato contrastante con la realidad, la que sobrelleva “la mar” sobre sus hombros.

José Miguel Junco Ezquerra avizora un universo posible, en el que la intemperie ceda su paso a la utópica conciencia del deseo lector.

*  1.Ref.James Valender. Luis Cernuda en México .F.C.E. pág. 88.                     
* 2. Ricardo Gullón. La poesía de Luis Cernuda.


                                                                                                                                   







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