CONVULSIONES
Convulsionaba en la orilla de los puentes destruidos,
en los improvisados cementerios de las costas,
en el humo fatídico que le hería los ojos,
en los añorados brazos del amante sin nombre.
Convulsionaba en las esquinas de las calles desiertas,
en la desolación de las noches sin luna,
en la presencia de enflaquecidos perros vagabundos,
en la excitante memoria de los cuerpos.
Convulsionaba en los recuerdos que referían los ancianos,
en las batallas que impunemente se perdieron,
en la visión sangrante de los árboles estériles,
en el temblor gozoso de la pasión sin límites.
Como una nube que agoniza rota convulsionaba
como unos labios que selló un cuchillo convulsionaba
como una mariposa ahogándose convulsionaba
como un deseo que fluye desde los pies a la cabeza.
Y es que hay almas así, que al derivarse
por la escollera de los pensamientos,
confunden los espacios,
bifurcan, precipitan, convulsionan.
Del poemario inédito “Voces”
Imagen: Edvard Munch.