INTERPRETACIONES
El movimiento de las manos
hacía sospechar que algo fuera de lo común
iba a ocurrir nomás tras el crepúsculo.
Igual que los latidos del corazón
hablaban en un idioma indescifrable
de la reconquista inesperada de la alegría.
Por no nombrar ahora el fulgor en los ojos
advirtiendo de que la lluvia era inminente
y con ella la liberación de los cuerpos.
La noche era por tanto antesala y augurio
ante la posibilidad de que en el pergamino
se encontrara por fin una respuesta.
Ya impacientes las manos rompían el envoltorio
y en el desfiladero del horizonte se atisbaba la luz.
Los párpados pugnaban inquietos por abrirse.
Mi soledad y la tuya optaron por juntarse en las orillas,
el viento les quitaba suavemente la ropa
y en el jable hurgaban los gorriones huellas de un viejo
amor.
Imagen: Chagall.