LA MUJER DE FUEGO
Para Marta, 29 años.
Esa muchacha de ensortijado pelo negro
que como quien dice hasta nomás ayer se columpiaba,
vibraba con la música y buscaba amigos por la frente,
por los rincones de las discotecas, por los labios,
por la sangre buscaba amigos,
por los misterios de los ojos, por las orillas…
Esa muchacha es ahora sílice que irrumpe del centro de la
tierra,
fumarola por donde se bifurcan
sin medida o recato el hierro y el magnesio,
es magma que acelera y rompe por el cráter.
Ah, cuando una muchacha irrumpe, cuando irrumpe
de veras, cómo avanzan los siglos y se ponen
azules las miradas y se alongan los niños sin refugio
para ver cómo brilla en medio de la plaza,
en medio del asombro que sacude el ahora libre espíritu,
el orgullo de ser tan dignamente bautizo y comunión de una
certeza,
llama que alumbra el corazón cansado,
denuncia y convicción, metal y roca.
Una muchacha quema el aire putrefacto con su fuego de añil
desde lo hondo, desde lo más profundo, desde el centro
cordial donde se juntan la base de los sueños con su altura.
Nada puede aplacar la fuerza primitiva,
nada entre la pared y el horizonte,
nada entre la pasión y las raíces;
mientras la fiebre arde en los ojos de la muchacha,
que ríe llora gime y desespera.
¡y quién no desespera
en una noche así!
Ah, cuando una muchacha irrumpe,
cuando irrumpe de veras desde el núcleo
mientras la fiebre fulge en sus ojos
y la ceniza cubre su pelo ensortijado
y se deja caer y siente que la vida
le sube a borbotones.
Y mientras arde pide
la palabra.
Del poemario inédito: Voces.