lunes, 28 de noviembre de 2016

ENTREVISTA PUBLICADA HOY EN EL PERIÓDICO "LA PROVINCIA" A PROPÓSITO DE "LA MUJER DE LAVA"

"LO QUE ESCRIBE EL POETA SIEMPRE ES UN MAL REFLEJO DE LO QUE TIENE CONCEBIDO"

"Pienso que en los momentos de nuestra historia durante los que hemos sufrido, en los periodos de profunda crisis, desde la época de los guanches, la mujer ha sido un elemento de resistencia y cohesión social", asegura el poeta José Miguel Junco

Alejandro Zabaleta 28.11.2016 | 02:39
José Miguel Junco.
José Miguel Junco. LP/DLP
Junco presentó el pasado jueves en el Museo Poeta Domingo Rivero el poemario 'La mujer de lava', su décima entrega lírica. Nucleadas en torno a cuatro polos temáticos, las composiciones cierran un ciclo en el quehacer de este escritor.

La metáfora de la mujer como isla preside el principal segmento de este poemario. ¿Por qué esa mujer-isla?

Se establece ese símil en unos poemas de corte algo simbolista, a base de visiones y percepciones un poco contradictorias pero que de alguna manera se aúnan. Hay dos ideas. Por una parte está el nacimiento paulatino, por acumulación del magma, y después se van creando las condiciones para que se produzca la vida y pueda llegar gente. Porque yo, a mi edad, estoy buscando el origen. Luego está esa imagen de la mujer isleña en particular, el anonimato en un segundo plano, la capacidad de concebir la vida, de gestarla, de alumbrarla. Pienso que en los momentos de nuestra historia durante los que hemos sufrido, en los periodos de profunda crisis, desde la época de los guanches, la mujer ha sido un elemento de resistencia y cohesión social. Esas dos ideas se contraponen y fusionan en el libro.

¿Sería esa fusión la identificación que acogen algunos poemas entre generación en sentido cosmogónico y en sentido de engendrar?

Sí, la mujer es todo, es también el origen, en ella se asienta el ser humano porque es capaz de generar vida, pero no sólo alumbrándola. También en la época de escasez, cuando faltaba la lluvia... entonces era la mujer quien asumía el coraje necesario para seguir adelante. Por eso yo acostumbro a desear "que la mujer de lava sea contigo". Pero lo digo en un sentido ecuménico, laico, que esa mujer se te muestre en los momentos difíciles, ella es como un símbolo.

Siguiendo es línea analógica vincula el líquido amniótico al atlántico, como dos aguas generatrices, investidas para incubar vida.

Sí, es como si el mar estuviera dentro, es la fuente, lo que nos aleja y lo que nos acerca. Decía Jorge Manrique que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar. Vivimos, nacemos en la mar y morimos en la mar, en estas rocas. En el caso de los isleños nuestras vidas no son los ríos, son el mar.

Su lenguaje, muy plástico, da cuenta de una naturaleza magmática. ¿Por qué piensa el paisaje insular en términos de cierta violencia?

Cuando escribía ese poema en seguida me vino a la mente El Atlante [monumento situado en la salida de la ciudad en dirección a Arucas] de Tony Gallardo, a quien conocí y con quien compartí inquietudes. Es un símbolo idóneo para reflejar esa fusión, la mujer que mira al mar como ofrenda pero también como precaución., Me asombra la imagen de esas rocas perdidas dentro de un océano, resistiendo por encima del mar y siendo capaces de mantener la ilusión de vida durante tantos siglos. Me da idea de esa provisionalidad. Veo la condición insular como un hecho peculiar, como algo que de alguna manera nos marca, más allá de las ideas que cada uno pueda tener. Ser isleño nos da unas características especiales, nos hace más nostálgicos.

Los poemas agrupados bajo el epígrafe 'Donde estamos escritos' llaman al inconformismo y la resistencia. ¿Qué valor tiene esa disidencia en tiempos como los actuales?

Hay un instinto de conservación hasta en las peores condiciones imaginables, hay algo en el ser humano en el momento más crítico que nos invita a hacer un gesto para erguirnos y seguir adelante. Un poema se llama "Afán del caracol". Se ha comprobado que en el caracol hay un músculo que con enorme esfuerzo lo tiene que ir moviendo para avanzar milímetros. Y sin embargo lo sigue intentando. Creo que es una imagen aleccionadora. Un instinto nos impele a intentar levantarnos. Importa no quedarse ahí dejándose llevar por la corriente, que haya cierta señal de reacción, incluso de rechazo. Eso es señal de vida.

En la composición 'El lenguaje de los pájaros' aparece la vieja idea del mundo como libro que se presta a ser leído, y son precisamente los pájaros quienes deletrean su texto.

Nosotros tenemos la palabra, pero la palabra tiene limitaciones. Por contra, lo que un pájaro dice con su canto tiene muchos más matices. El lenguaje de los pájaros es, desde mi punto de vista, mucho más rico y ejemplificador de lo que a uno le gustaría decir.

Además de César Vallejo, al que se cita expresamente, ¿qué otras voces poéticas tutelan estos versos?

Tengo todo un conjunto de referentes. Jorge Manrique es, para mí, atemporal. Sus coplas se podrían escribir ahora, sin adornos, sin arabescos, sin una sola palabra que sobre; cada palabra está perfectamente ajustada a lo que se quiere transmitir. Y Juan de la Cruz, esencia de la poesía mística, de la duda, del balbuceo. Porque la poesía no tiene adjetivos, es esencia o no es. Borges también me parece un poeta inmenso.

¿Qué le interesa del Borges poeta?


Él tiene la capacidad de hacernos creer que no se trata de ser originales, sino de la feliz búsqueda y el encuentro de algún matiz, de un modo de entonar. Creo que en mi poema Eximentes, de este último libro, se da esa dimensión, porque mientras lo escribía me di cuenta de que el mismo tema ya aparecía en Carta de Miguel Hernández y en Amor constante más allá de la muerte de Quevedo. A propósito de su poema El Golem, Borges explica que el Golem es al rabino que lo creó lo que el hombre es a Dios y lo que el poema es al poeta. Es decir, el poeta tiene su obsesión, su paradigma de poema, pero lo que escribe después es un mal reflejo de lo que tiene concebido. Es preferible la sana teoría a la práctica deficiente. Nunca vamos a poder plasmar exactamente lo que tenemos en la cabeza.



domingo, 27 de noviembre de 2016

TEXTO DE LA INTERVENCIÓN DEL POETA PEDRO FLORES EN EL ACTO DE PRESENTACIÓN DE LA MUJER DE LAVA

SOBRE “LA MUJER DE LAVA” De José Miguel Junco Ezquerra

*Pedro Flores.


Dice en el poema Contextos, en la parte del poemario que nos ocupa titulada
Botella al mar:

Los de mi generación nacíamos un poco más viejos

No pretendo, ni está entre mis preferencias a la hora de hablar de poesía, entrar en el
pantanoso terreno de las divisiones generacionales ni en sus siempre dudosas nóminas y
"contranóminas", el modelo generacional mismo, al que ninguno escapa, me parece
una manera sesgada y pobre de abordar el fenómeno literario y poético, rechazo en el
que no soy, evidentemente, ningún pionero.

Pero si me gustaría, (y ahora dirán ustedes no se iba a meter pero se mete) rememorar
el estado de la cuestión, la cuestión poética más cercana, cuando tengo las primeras
noticias de la poesía de José Miguel Junco, aunque ni la cuestión ni la poesía de Pepe
necesiten estas consideraciones en absoluto. Y es que el verso antes referido, por el
acierto enorme y la verdad que creo conlleva, me parecen un buen punto de partida para
la no siempre fácil tarea de hablar sobre una colección de poemas (veremos porque no
un libro en mi modesta opinión más tarde) que me ha hecho disfrutar en mi condición
de irredento y hedonista lector de poesía.

A principios de la década de los noventa del Siglo XX los que hacía unos pocos años
balbuceábamos nuestros primeros enigmas, tuvimos la ocasión de darlos a conocer, no
sin cierta dosis de pedantería ingenua, en revistas, certámenes y lecturas que, en gran
medida impulsadas por nosotros mismos, creo que revitalizaron, si se me permite tal
afirmación, en la medida de nuestras pobres posibilidades, el panorama literario de
nuestra ciudad, o al menos así se pensó y escribió en su momento.

Los que por entonces teníamos entre veinte y treinta años, por fijar unos márgenes
siempre frágiles y discutibles, teníamos como referencias más cercanas en lo geográfico
a poetas que por entonces eran veinticinco o treinta años mayores que nosotros y que
tenían firmes y muy reconocidas trayectorias, en una escala o en otra, en este oficio de
la poesía. Naturalmente unos tenían hacia nosotros posturas más amigables en lo
personal y curiosas en lo literario, otros eran indiferentes en ambos sentidos o en alguno
de ellos, y no pocos fueron hostiles y beligerantes ante las nuevas voces, incluso a veces
de un modo indiscriminado y corporativista.

En esa época uno era de naturaleza más gregaria, creía de un modo un tanto pueril y
prejuicioso en una suerte de hermandad en la poesía, de “conmilitancia” en estos
asuntos del verso, influenciados por nuestras lecturas fundacionales, también por
nuestra condición insular; ultraperiféricos en cuanto a lo geográfico y al hecho mismo
del ejercicio de la poesía.

En esa visión, discutible, como dije, ingenua, heredada de nuestros mayores y de los
manuales de Literatura que no hacía mucho estudiábamos y de cierta visión romántica,
nos llevó enseguida a hacemos la pregunta de dónde estaba aquellos poetas que
ocupaban ese eslabón en cierta manera perdido aunque sus potenciales integrantes se
cruzaran con nosotros cada día por la calle. Pronto descubrimos a un buen número de
autores diez o quince años mayores que nosotros que, oh, herejía, no habían sido en
general encuadrados en generación, grupo o estética según los cánones vigentes, aunque
cada vez menos. La mayoría de esos autores había empezado a tejer su propia red de
enigmas seguramente en los últimos setenta y primeros ochenta, varios de ellos ya había
dado a la imprenta, porque no había redes de las otras, uno, dos o incluso más libros, y
creo que no cometo una gran injusticia si digo que la generación que les precedía, y
pido excusas de nuevo por la nomenclatura usada, había sido, salvo escasa y honrosas
excepciones algo mezquina para con ellos.

Entre esos autores hubo dos que literariamente me interesaron sobre los demás y cuya
amistad fue paralela a la lectura de su poesía, esos poetas fueron Teodoro Santana y
José Miguel Junco, ambos hacían una poesía humana, por hablar de sus similitudes
influenciada por los poetas hispanoamericanos que yo también leía, por Neruda, el turco
Nazim Hikmet o Vladimir Maiakovski por citar algunos en el caso de Santana, y más
vallejiana, con mucho de Alonso Quesada o García Cabrera como ingredientes
autóctonos en Pepe Junco, que para sus momentos menos íntimos y más políticos
también echaba mano de Neruda o Agustín Millares.

Ambas poéticas, cada una en su tono, me hicieron feliz como lector ya en su
momento, y no han dejado de hacerlo desde entonces. Recuerdo la lectura llena de
hallazgos de un libro que me conmovió hondamente y fue el primero de nuestro poeta
que leí, ya a principios de los noventa titulado Hacer las paces, ahí estaba la poesía que
yo quería leer y que en gran medida, junto a otras poéticas, ya apuntaba un modo si no
nuevo si diferente de conjugar este oficio.

Desde los años setenta pues está nuestro poeta llamado a la puerta de esta casa en
llamas que es la poesía, incidiendo en este naufragio que quizá también sea, en esta
tautología, en la búsqueda del poema perfecto, que no existe, y cuya persecución recibe
el nombre nebuloso e indefinible de Poesía.

La concepción que él tiene de este suceso inacabable es la que yo modestamente
comparto, José Miguel Junco entiende que aquí se trata de un oficio solitario y doliente,
que aquellos gregarismos y rebaños forman quizá parte de un proceso de aprendizaje y
nada más, de una enfermedad, como él mismo ha dicho hace poco, seguramente una
enfermedad me atrevo a añadir en la que, como escribió hace cinco siglos un poeta
persa, el que busca curación no es digno de la herida.
Decía más arriba y prometí aclarar que no estamos ante un libro de poemas, ni
siquiera y como parece ante varios libros, el libro que Pepe Junco escribe no se termina
jamás, él está inmerso en la búsqueda de la que hablábamos, su aprendizaje, su
administración luminosa de la humildad, su fértil insatisfacción, son sus colores de
batalla, a nosotros nos deja este espejismo, esta cáscara, lo que se le cae en el trote de su
persecución interminable. La poesía de Junco es el rescoldo de una hoguera, la huella
que a su vez deja el explorador inmerso en su implacable cacería.

Si se pasa la mano lentamente
se sabe que hubo vida.

Nos lo dice el poeta en el bellísimo poema titulado Fósil.

Pero he aquí que esa ascua, esas migas de pan que señalan el camino son la Poesía con
mayúsculas. Hace tiempo que nuestro poeta descubrió que la poesía no es el camino ni
es el destino, ni el bosque en el que el drama sucede, ni siquiera son las miguitas con las
que ingenuamente tratamos de eludir la noche y el olvido, sino los pájaros, los de esa fe
cóncava, que nombra en el poema Los pájaros del sur, que se comen la posibilidad del
regreso.

Escribió el poeta José Kozer, otro autor de estirpe vallejiana cuya gozosa lectura sé
que comparto con Pepe Junco, el siguiente verso:

Yo escribo en todos los estilos, me robo a todos los poetas.

También la lectura de La mujer de lava nos deja esa sensación de multiplicidad; el
poeta debe ser también un carroñero, un chacal famélico que pule los huesos que
encuentra en los andurriales de su mundo calcinado. Hay que olisquear
concentradamente, discernir entre el espejismo y el verdadero oasis, para hallar el
secreto tuétano que es la poesía y de cuyo alimento depende nuestra vida.

Nuestro autor es capaz de ser telúrico, magmático, en la parte que da nombre al
conjunto, La mujer de lava, muerde donde el Neruda más alto, el de Alturas del Machu
Pichu del Canto general, sin olvidar al más elemental Neruda de las odas, y mostrar su
estirpe Vallejiana en el tono de muchos de sus textos, es Daltónico, lorquiano,
Juarrozista, Mutista de la iglesia de san Álvaro, sin duda es capaz de escribir en todos
los estilos y de robarse a todos los poetas.

Quién sino un poeta jodidamente carroñero y de insaciable hambre es capaz de
olisquear y traemos en las fauces la cara de asombro del conserje de la Biblioteca de
Alejandría del envidiable poema que titula Desolación. Un poeta de verdad que urde,
como debe ser, magníficas mentiras es el que tenemos delante, un chacal hambriento, un
explorador siguiendo el rastro de una bestia que quizá no exista y a la que jamás, por
suerte, encontrará, porque la bestia está dentro de él y la lleva a donde va.

Botella al mar, ha querido titular Pepe Junco así una de las partes de su libro, o de su
no libro, según se mire y poco importa. En el epígrafe que lo abre se pregunta otro de
los poetas que forma parte de nuestro poeta, José Emilio Pacheco, por qué publicamos
lo escrito, por qué lanzamos a un mar ya repleto de botellas y mensajes y basura nuestra
propia ración de vidrio y memoria, nuestra ración de basura y creo que el poeta que nos
ocupa le responde más adelante con unos versos que, por sí solos, ya justifican la propia
botella al mar de Pepe Junco, ya le eximen de su delito de contaminación:

Porque también retoman los vencidos
el arte del amor, eso es humano,
el ansia de trepar memoria arriba,
las ganas de comer, eso es el hambre.


* Pedro Flores es autor de más de veinte libros de poemas cuyo colofón ha sido, hasta el momento, la reciente publicación por parte la de Editorial Renacimiento de una antología de su obra poética: Salir rana.

Ha ganado un importante número de premios en certámenes nacionales e internacionales. Es también autor de narrativa y teatro.



martes, 22 de noviembre de 2016

"ATLÁNTICOS". DE LA MUJER DE LAVA Y OTROS POEMAS.

No es una característica exclusiva de las islas, pero en ellas resulta sobrecogedor. El oleaje  hace que la visión de un barco de repente desaparezca, o el perfil de otra isla deje de dibujarse en el horizonte. A veces, por efecto de la calima, dejamos de ver una montaña y, a veces, cuando el día rompe, el contraste de la luz nos deja ver a lo lejos formas que semejan los árboles de un bosque. De ese sentimiento de provisionalidad nace este poema.


ATLÁNTICOS

Abrí otra vez los ojos, ya no estábamos,
isleños otra vez, desatendidos,
al límite el agua.

Abrí otra vez los ojos, me deslumbró la luz,
de manos para arriba,
casi mudos.

Abrí otra vez los ojos, fue de pena,
salitre en tu cabello lapislázuli,
incierta la expresión.

Abrí otra vez los ojos, cuánta nieve,
qué de blanco el lugar,
qué de visiones.

Abrí otra vez los ojos,
por un momento te me hiciste niebla,
por un momento te desvaneciste.

Abrí otra vez los ojos,
otra vez, por probar, abrí los ojos,
te juro que no estábamos.

Y quise abrir los ojos y bogaban,
mar afuera y adentro
y se perdían.




domingo, 20 de noviembre de 2016

GRANDES POETAS (28) IDA VITALE. SOBREVIDA Y CULTURA DEL PALIMPSESTO.

IDA VITALE. URUGUAY 1923.


SOBREVIDA


Dame noche
las convenidas esperanzas,
dame no ya tu paz,
dame milagro,
dame al fin tu parcela,
porción del paraíso,
tu azul jardín cerrado,
tus pájaros sin canto.
Dame, en cuanto cierre
los ojos de la cara,
tus dos manos de sueño
que encaminan y hielan,
dame con qué encontrarme
dame, como una espada,
el camino que pasa
por el filo del miedo,
una luna sin sombra,
una música apenas oída
y ya aprendida,
dame, noche, verdad
para mí sola
tiempo para mí sola,
sobrevida.

(De Palabra dada, 1953)

CULTURA DEL PALIMPSESTO

Todo aquí es palimpsesto,
pasión del palimpsesto:

a la deriva,
                        borrar lo poco hecho,
empezar de la nada,
afirmar la deriva,
mirarse entre la nada acrecentada,
velar lo venenoso,
matar lo saludable,
escribir delirantes historias para náufragos.

Cuidado:
no se pierde sin castigo el pasado,
no se pisa en el aire.


De "Nuevas arenas I" 2002

Para leer más poemas de la autora:




viernes, 11 de noviembre de 2016

TRAS LA PRESENTACIÓN DE "ENTRELAZAMIENTOS" DE LUIS JUNCO

Este pasado jueves se presentó en el Ámbito cultural de El Corte Inglés de Las Palmas la novela Entrelazamientos, de Luis Junco. El acto consistió en un diálogo del autor con los escritores Santiago Gil y Pepe Junco, y como telón de fondo una proyección de imágenes e ideas que tenían que ver con la novela.
Como resumen, intentamos recoger algunas de las preguntas y respuestas de ese diálogo, que creemos de interés, tanto para acercarse al libro como para aquellas personas que ya lo han leído.

1. ¿Puedes decirle a la gente que aún no ha leído la novela "de qué va"?

Pues de una manera muy resumida y tratando de no desentrañar mucho la trama, diríamos que todo parte de una anécdota de la infancia. Cuando éramos niños, en nuestra casa de Triana, en Las Palmas, los domingos nos visitaba un fantasma. No sabíamos quién fuera, pero creíamos que tenía que ver con los antiguos propietarios de la casa, los marqueses de La Quinta Roja. Cincuenta años más tarde, en una visita a la Casa de los Coroneles, en Fuerteventura, casualmente volví a tropezarme con ese fantasma, y al querer reconstruir la historia, me di cuenta de que no había una sola historia, sino muchas entrelazadas, cuyo conjunto daba un sentido más profundo a todo. La narración de esa trama, y la investigación y búsqueda que supuso, constituyen la novela.

2. En la estructura de la novela, distinguimos dos partes bien diferenciadas. Una primera en la que narras esas diferentes historias que confluyen en la historia inicial, la del fantasma.  Pero en la segunda parte todo tu esfuerzo se centra en el propio proceso de búsqueda o investigación  ¿Hay en tu opinión similitudes en el método de investigación científica y el método de la creación literaria? Y por otra parte, ¿qué te lleva a incluirlo como parte de la novela?

Sí, hay similitudes, y no solo en la parte de investigación, sino en todo el proceso. Para empezar, tanto el científico como el literato empiezan igual: con una situación conflictiva. Un problema, que diría un científico; un choque emocional, que diría un poeta o un novelista. Y a partir de ahí se produce el proceso de búsqueda o investigación que comentas, en el que distingo dos fases: una, consciente y controlable, en la que con los datos que aporta el problema uno trata de encajarlos en una estructura (teoría explicativa, novela, poema…); otra, subterránea, subconsciente, en la que muchos circuitos mentales tratan de hacer lo mismo pero sin el pleno control del autor. Es quizás la fase más importante y más intensa. Y cuando al final se llega a una solución –teoría, novela, poema- ambas ramas, ciencias y literatura, lo explicitan de forma muy similar. El literato utilizando un lenguaje especial, el lenguaje poético. Mientras el científico utiliza otro lenguaje, casi siempre el de las matemáticas.
La diferencia más apreciable entre ciencias y literatura aparece a la hora de comprobar si lo que se ha hecho es bueno. Para el literato aún no hay una prueba definitiva. Para el científico, sí, al contrastar su teoría con la realidad a través de un experimento.
Podríamos decir que la primera parte de mi novela es el producto acabado de los dos procesos de investigación que he citado: la explicitación del puzle en lenguaje poético. La segunda, sin embargo, quiere expresar cómo se construye el puzle, tanto en los procesos consciente como subconsciente.

3. ¿Qué de ficción y realidad hay en la novela? ¿Cómo casan  estos dos registros? ¿Y cómo lo local y lo universal?

Según lo que habitualmente se entiende por realidad y ficción, lo que se narra en la novela es casi todo real. Cuando no existían los datos necesarios, utilicé la imaginación. Pero creo que lo relevante no es si es ficción o realidad lo que ahí se narra, sino si para el lector resulta verosímil. Es decir, si al leer se llega a la conclusión de que lo que allí se narra pudo ocurrir o puede ocurrir.
Y con respecto a lo local y lo universal, es algo que alguna vez ya he dicho. Para mí, la cultura (y la literatura) es algo casi biológico. Y de la misma manera que durante millones de años la selección natural nos dotó de unos instrumentos biológicos para sobrevivir en un medio determinado, lo mismo hizo la mente con la cultura. Ésta, en realidad, también nos ayuda a vivir en un medio determinado. Mientras los grupos humanos permanecieron aislados, el carácter local de la cultura tuvo todo su sentido, estaba muy adaptada al medio concreto. Pero cuando los grupos humanos se comunicaron, el carácter local necesariamente se fue disolviendo. Tengo para mí que en una época de globalización como ésta, aferrarse al carácter local de forma casi fundamentalista es un error.
Y lo universal lo entiendo como virtud de lo que se hace, en literatura o en ciencias. Casi todo lo que se crea en literatura, por ejemplo, nace de un elemento local. Un ejemplo es mi novela, que comienza basado en una anécdota parroquial. Pero si el resultado es suficientemente bueno, el carácter universal es una consecuencia. Pongo siempre el ejemplo de las matemáticas. Hace 20 mil años, un grupo de cazadores y recolectores, que también acarreaban ganado, tuvieron la necesidad de controlar el ganado que llevaban. Inventaron uno símbolos de carácter numérico, que se ingeniaron para sumar, restar, multiplicar. Resolvieron un problema local, pero el invento era tan bueno, que de inmediato se convirtió en universal. Hoy con aquel invento somos capaces de enviar una nave a Marte o indagar sobre la existencia de universos paralelos al nuestro.


4. Me gustaría saber qué importancia tiene el humor en tu obra. En esta novela hay pasajes en los que el humor no sólo es recurso ocasional sino que adquiere carácter de esperpento. Por ejemplo hay una parte, en mi opinión magistral, en la que recreas  una batalla que tuvo lugar en 1740 en Tamasite entre corsarios ingleses y nativos de Fuerteventura que se les enfrentan.

Entiendo que en ocasiones ciertos elementos de nuestra cultura, como la sacralidad, la honorabilidad, el patriotismo, etc., oscurecen algunos asuntos humanos y los desfiguran. El humor es entonces un buen bisturí, con el que puede cortarse esa pátina cultural y restablecer lo más humano de esos acontecimientos.  Eso intenté con ese episodio al que te refieres y que a lo largo de los años, en mi opinión, se ha teñido de patrioterismo e inclinado la balanza hacia uno solo de los bandos. Pero también lo hice al principio de la novela, con parecida intención. La sacralidad que envuelve lo científico, ese temor casi reverencial con el que mucha gente se acerca a los temas de la ciencia, me parece en parte responsable de la brecha que aún existe entre las ciencias y las humanidades. Ese primer capítulo dedicado a la ciencia lo he narrado con un desenfado y humor que pretende hacer esos temas más asequibles al lector. Y por último, también utilicé el humor al final de la novela. El legado de la marquesa de La Quinta Roja, doña Sebastiana del Castillo y Manrique de Lara, fue quizás uno de los más importantes de esa época y dio lugar a muchas intrigas, pasiones y luchas de todo tipo. Narrar la suerte de una parte de esa herencia en tonos kafkianos me pareció la mejor metáfora del sinsentido de todo aquello.

5. En Entrelazamientos rompes con la concepción lineal de la trama, los tiempos se entremezclan y obviamente también los espacios. ¿Es producto de una evolución en tu técnica narrativa? ¿Crees como Bolaño y otros autores que la novela con una trama lineal ya está agotada… Bolaño plantea que desde la Invención de Morel de Bioy Casares ese tipo de novelas ya no tiene sentido. ¿Estás de acuerdo con esa afirmación?

No ha sido una decisión hecha de antemano o resultado de una reflexión previa sobre cuál debiera ser la técnica narrativa a emplear. Más bien me parece que ha sido resultado de mi manera actual de entender la realidad física: algo multiversal, que el destino de una partícula material es el resultado de considerar todas las historias posibles de esa partícula, que decía Richard Feynman… Creo que esa concepción subyacente me llevó a abordar la novela de esta manera. Por otra parte, no estoy muy de acuerdo con esa idea de que la trama lineal, simétrica, cerrada, esté agotada. Yo creo que seguirá dando frutos tan buenos como los que ha dado hasta ahora.


7.  Escribes en la novela que lo que sea ficción o realidad te parece lo menos relevante y también que todas las narraciones son verdaderas, ¿qué líneas crees que separa, si hay algo que las separe, la ficción de la realidad, no solo en esta novela, en el día a día, desde que se empezaron a contar historias en las cuevas?

Para empezar habría que hacer notar que habitualmente utilizamos los conceptos “ficción” y “realidad” de manera errónea. Si lo pensamos un poco, eso que llamamos realidad es una ficción: una imagen de realidad virtual muy sofisticada y muy eficaz generada por nuestros cerebros a partir de los datos que le proporcionan los sentidos. Y hasta nuestra concepción del tiempo es falsa. Vivimos con datos del pasado y erróneamente lo atribuimos a lo que está ocurriendo ahora mismo. El sol puede haberse acabado en este momento y nosotros no nos enteraremos hasta dentro de ocho minutos, cuando todas las señales de esa catástrofe, que viajan a la velocidad de la luz, lleguen a nosotros. Y qué decir de estrellas o galaxias mucho más lejanas. Muchas de ellas ya no existen a pesar de que su luz siga llegando a nosotros. Como antes ya se apunté, lo relevante en literatura es si lo que se escribe resulta verosímil, paso previo a la otra gran virtud que me parece debe tener toda buena literatura: la capacidad de conmover.

8. “Para sentir y concebir la belleza es necesario la ruptura”. ¿Podrías hablarnos de esas rupturas, a qué te refieres exactamente?

No es una idea mía eso de que seguramente mucho de lo que entendemos por belleza tiene que ver con rupturas de simetrías. Hay muchos ejemplos en el arte. Yo aludo en la novela a la sonrisa de la Gioconda, y sin ser un experto en música, es bastante evidente que buena parte de las bondades de las composiciones de Beethoven tienen que ver con constantes rupturas de simetrías (armonías). Tal vez el mejor ejemplo son sus cuartetos. En esta novela dedico buena parte del capítulo tres y mi visita a la Casa de los Coroneles a esta idea.

Y como creo que todo lo que creamos y apreciamos en el arte es reflejo de nuestra naturaleza física más remota, conjeturo que tal vez ese aprecio a la ruptura de las simetrías tiene que ver con que nosotros mismos somos el resultado de una ruptura de simetría primordial. Este universo comenzó hace más de trece mil millones de años de una semilla supersimétrica, a una temperatura altísima. Pero cuando esa temperatura comenzó a descender, se rompió la simetría en otras simetrías (como la rotura de un espejo) de menor rango. Aparecieron las cuatro fuerzas elementales que conocemos, la llamada energía oscura (un 70% de todo lo que hay), la materia oscura (un 25% de todo), y la materia que conocemos (5%), de la que un 0,5% constituyen los elementos químicos que constituyen la vida. Nosotros, pues, nuestras cuerpos, las ideas y creaciones de nuestras mentes, somos el resultado de una ruptura de simetría.


jueves, 10 de noviembre de 2016

POEMAS PROPIOS (33) LA MUJER DE FUEGO.

LA MUJER DE FUEGO

Para Marta, 29 años.

Esa muchacha de ensortijado pelo negro
que como quien dice hasta nomás ayer se columpiaba,
vibraba con la música y buscaba amigos por la frente,
por los rincones de las discotecas, por los labios,
por la sangre buscaba amigos,
por los misterios de los ojos, por las orillas…

Esa muchacha es ahora sílice que irrumpe del centro de la tierra,
fumarola por donde se bifurcan
sin medida o recato el hierro y el magnesio,
es magma que acelera y rompe por el cráter.

Ah, cuando una muchacha irrumpe, cuando irrumpe
de veras, cómo avanzan los siglos y se ponen
azules las miradas y se alongan los niños sin refugio
para ver cómo brilla en medio de la plaza,
en medio del asombro que sacude el ahora libre espíritu,
el orgullo de ser tan dignamente bautizo y comunión de una certeza,
llama que alumbra el corazón cansado,
denuncia y convicción, metal y roca.

Una muchacha quema el aire putrefacto con su fuego de añil
desde lo hondo, desde lo más profundo, desde el centro
cordial donde se juntan la base de los sueños con su altura.
Nada puede aplacar la fuerza primitiva,
nada entre la pared y el horizonte,
nada entre la pasión y las raíces;
mientras la fiebre arde en los ojos de la muchacha,
que ríe llora gime y desespera.
 ¡y quién no desespera en una noche así!

Ah, cuando una muchacha irrumpe,
cuando irrumpe de veras desde el núcleo
mientras la fiebre fulge en sus ojos
y la ceniza cubre su pelo ensortijado
y se deja caer y siente que la vida
le sube a borbotones.

Y mientras arde pide la palabra.



Del poemario inédito: Voces.


miércoles, 9 de noviembre de 2016

GRANDES POETAS (28) ANTONIO PORCHIA.

ANTONIO PORCHIA. ARGENTINA, (1885 – 1968)

Del libro: Voces.


Sin esa tonta vanidad que es el mostrarnos
y que es de todos y de todo, no veríamos nada y no
existiría nada.
***

Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo.
***

Todos pueden matarme, pero no todos pueden herirme.
***

Eres cuanto te necesitan, no cuanto eres.
***

Sí, me apartaré. Prefiero lamentarme de tu ausencia que de ti.
***

A veces necesito la luz de un fósforo para alumbrar las estrellas.
***

Algunos, adelantándose a todos, van ganando el desierto.
***

Cuando no ando en las nubes, ando como perdido.
***

Para leer más poemas del autor:






sábado, 5 de noviembre de 2016

POEMAS PROPIOS (32) INDAGACIONES.



Escarbaba en el rabo de nube,
en el túnel cavado,
en la luz de una estrella,
en la sombra escarbaba.

Y en los ojos del mar,
en un brazo del viento escarbaba,
en el cauce invisible del río
brotando en sus sienes.

Escarbaba en los pechos del día,
en las puertas del cielo,
en las plumas de un ave
de canto insonoro.

Y en las hojas caídas de un árbol,
en el mástil de un buque escarbaba,
en los dedos sin brújula
de manos desiertas.

Escarbaba en mitad de la nieve,
en las calles sin nombre,
en difusas memorias
de cuerpos desnudos.

Y en la bruma escarbaba,
en el aire escarbaba,
en la piedra escarbaba,
por debajo de la ropa de un sueño escarbaba.

Del poemario inédito “Voces”


Imagen: Suhair Sibai


miércoles, 2 de noviembre de 2016

BREVES RELATOS (2) "LA MUERTE EN SAMARRA". GARCÍA MÁRQUEZ.


GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ


LA MUERTE EN SAMARRA


El criado llega aterrorizado a casa de su amo.

-Señor -dice- he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho una señal de amenaza.

El amo le da un caballo y dinero, y le dice:

-Huye a Samarra.

El criado huye. Esa tarde, temprano, el señor se encuentra a la Muerte en el mercado.

-Esta mañana le hiciste a mi criado una señal de amenaza -dice.

-No era de amenaza -responde la Muerte- sino de sorpresa. Porque lo veía ahí, tan lejos de Samarra, y esta misma tarde tengo que recogerlo allá.


Gabriel García Márquez, Cómo se cuenta un cuento, Taller de guión. Bogotá, Voluntad, 1995.