AUGUSTO MONTERROSO
LA FE Y LAS MONTAÑAS
Al principio la Fe movía montañas
sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual
a sí mismo durante milenios. Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la
gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino
cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que
uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más
dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces
abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios
viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de
fe.
La oveja negra y demás fábulas, 1969