martes, 7 de mayo de 2019

NOTAS SOBRE "LA FIESTA DEL TEDIO" DE ELISA RODRÍGUEZ COURT.




















NOTAS SOBRE “LA FIESTA DEL TEDIO” DE ELISA RODRÍGUEZ COURT.


Tras una ruptura amorosa, aún con las secuelas del naufragio, en una habitación blanca una mujer  “coge el tiempo en sus manos” y reflexiona sobre lo ocurrido.

La fiesta del tedio, tercera novela de Elisa Rodríguez Court, no es, sin embargo, una narración lineal. La ruptura de la relación amorosa no es sino el pretexto del que se vale la autora para de manera fragmentaria conjeturar sobre la vida misma.

Supe y no supe lo que iba a ocurrir. Me he dado cuenta después de tomar el tiempo en mis manos. La narradora, que es a la vez uno de los dos personajes principales de la obra, va refiriendo en primera persona aspectos de la relación ahora rota. No para saldar cuentas, no para justificarse, sino más bien como un ejercicio de recomposición personal que le permita “coger aire” para seguir.

A lo largo de la novela, el otro miembro de la pareja es interpelado constantemente. Alusiones y diálogos en diferido que sirven de ejemplificación a la hora de encarar sentimientos y sensaciones que sobrepasan la relación en sí.

Él y yo nos miramos un instante mientras los demás se quitan la palabra. En ese cruce de miradas me parece que se concentra la comunicabilidad de dos soledades”. El fantasma de la soledad que conduce a la búsqueda de un modo de conjurarla pese al presentimiento de que tampoco esta vez resultará.

Un espacio constreñido, casi claustrofóbico, una habitación blanca, es el marco en que tiene lugar el ejercicio de reflexión y recomposición antes señalado:

Todo blanco y en silencio, como un aviso de la vida que transcurre para cesar.

Un proceso tan necesario como doloroso a través del cual se van diseccionando las distintas etapas de la relación. Desde unos inicios prometedores a la aparición de los primeros síntomas de resquebrajamiento con una fase final que se prolonga pese a la evidencia de que la ruptura es ya irreversible.

En la etapa inicial descubrimos cómo el arte, en concreto la literatura, será un punto de unión y fortalecimiento en la relación de la pareja. Ambos comparten la afición por la lectura y ambos son lectores empedernidos para los que la literatura no es únicamente un entretenimiento sino algo trascendental en su manera de entender la vida.

Cuánto tiempo dedicado a la lectura durante aquellos meses. Cuántas conversaciones en torno a la literatura, epicentro del amor y asimismo de lo que vino después, creo. No niego que él fue para mí un gran maestro…Leo y escribo para mí, en privado. Un sinfín de escritores me acompaña en este trayecto ciego. Sin ellos estaría aún más sola.

Una característica en la obra de la autora es, al igual que ocurre con Roberto Bolaño, Enrique Vila-Matas o Ricardo Piglia, la de hacer de la literatura un elemento esencial en el proceso creativo. Por eso, no es extraño que en la novela los diferentes tempos de la relación estén jalonados por alusiones a autores y pasajes concretos de sus  obras. Entre esos autores sobresale la figura de la escritora brasileña Clarice Lispector a cuya memoria está dedicada.

Esta característica “la heredará” la narradora que declara su firme y decidida apuesta por una lectura activa, intertextual y vinculante.

Procuro ayudarme de un cuaderno donde anoto citas robadas de los libros. Me inspiro en ellas. A veces las uso y no menciono sus fuentes. Va siendo hora de cobrarles, como lectora empedernida que soy, algún peaje a los escritores. ¿Qué sería de sus obras si no existiera la figura del lector? El autor, además, muere cuando nace el lector.

Dos posturas se contraponen entre los miembros de la pareja. A ella le molesta que él trate de mitificar el inevitable fracaso para justificar su inacción  y atonía. Le parece que teoriza sobre el mismo para, de algún modo, darle un sentido heroico  a su pasividad.

Este hecho, que en los inicios de la relación no parece representar un impedimento, se irá manifestando como crucial en el paulatino deterioro  de la convivencia. Lo que inicialmente el enamoramiento “perdona” terminará por pasar factura.

Quería vivir en lo atonal. Eso dijo. Se expresaba con frecuencia de una manera bastante críptica. ¿Has leído, me preguntó, La pasión según G.H.? Debió de percibir cierta extrañeza en mi cara. Sí, chica, de Clarice Lispector. Te gustará. Me habló de esta escritora brasileña que yo aún no conocía.

Esto es significativo porque la relación de poder que se establece al principio, en la que uno hace de Pigmalión y la otra de aprendiz, irá dando paso a otra en la que la admiración es sustituida por el rencor, la burla o la ironía.

Las discusiones se sucedieron solo en contadas ocasiones, casi siempre por tonterías, durante los primeros meses. Al principio, nunca. El rencor que experimenté al cabo del tiempo hacia su persona era del todo injustificado y, sin embargo, superior a mis fuerzas.

El intento de mitificar el fracaso dándole un sentido cuasi épico contrastará con la visión de la narradora que, asumiendo su inevitabilidad, rechaza la interesada teorización de su pareja.

El fracaso era para él una forma de heroísmo. ¿Crees que es fácil fracasar? preguntó. De ningún modo, dijo, negando con el dedo índice, y continuó con su razonamiento. Supone un trabajo enorme. Hay que esforzarse antes por subir y subir la montaña hasta alcanzar una muy considerable altura. Entonces, solo entonces, se entrega uno a la caída. Expresé mi discrepancia con sus apreciaciones. Consideré muy esquemática su idea del fracaso y se molestó un poco.

En realidad, él ha ido adaptando interesadamente el sentido real de las obras de Clarice Lispector a sus necesidades. Ella lo irá descubriendo en la medida en que se vaya adentrando en la lectura y conocimiento de las obras más relevantes de la autora brasileña.

Clarice Lispector no niega, sin embargo, el anhelo. Despersonalizarse supone para ella una pérdida de los elementos innecesarios, a la vez que un modo de afrontar con lucidez y valentía el abismo. La renuncia es una revelación y la esperanza se cumple a cada instante, escribió esta escritora que amaba un renovado contacto con la vida.

No faltan las consideraciones autocríticas en ese duro ejercicio de inmersión.

En este lugar donde me hallo puedo diseccionar a voluntad cualquier vivencia. No pongo en duda el carácter dudoso de mis recuerdos. ¿Quién escribió que la memoria se comporta a menudo como un perro estúpido al que le lanzas un palo y te trae otra cosa? La mía es un perro salvaje que no atiende al lanzamiento del palo y exige carne cruda y sangre caliente.

Un estilo sobrio, un lenguaje exento de preciosismos, un modo de decir que huyendo  de lo lineal apuesta por un enfoque fragmentario, son algunos de los recursos de los que se vale la autora para presentarnos este viaje introspectivo, de búsqueda y recomposición en el que la propia literatura se erige en protagonista.

Un  viaje hacia los mundos interiores, hacia esas zonas en las que habitan los fantasmas de la soledad, la fragilidad, el temor, el tedio…Tal vez con la convicción de que al verbalizarlos sus efectos se atenúan. Un viaje de evocación y redención que se emprende en la compañía de un sinfín de escritores que de alguna manera mitigan el sentimiento de soledad que embarga a la narradora en la habitación blanca donde rememora lo que fue La fiesta del tedio.