lunes, 22 de agosto de 2016

SOBRE LA POESÍA (3) POESÍA Y CREACIÓN. ROBERTO JUARROZ.



SOBRE POESÍA (3)

ROBERTO JUARROZ: POESÍA Y CREACIÓN. DIÁLOGOS CON GUILLERMO BOIDO. (FRAGMENTO)

Quizá podamos iniciar esta conversación rescatando algunos rasgos fundamentales de lo que llamamos poesía moderna, desde la perspectiva de su óptica personal. En primer lugar: ¿es posible definir la poesía?

—Hay en la tradición del budismo Zen una anécdota, atribuida a Basho, con la que tal vez pueda contestar su pregunta. He estado explicando Zen toda mi vida, confesó una vez Basho, y, sin embargo, nunca he podido comprenderlo. Pero, dijo su interlocutor, ¿cómo puede usted explicar algo que no entiende? Oh, exclamó Basho, ¿también tengo que explicarle eso?

Definir la poesía es una imposibilidad, una utopía, algo que no puede hacerse. Yo preguntaría: ¿se puede definir la vida? ¿Se puede definir la muerte, la música, el amor? Sueño de una definición. 

Quizás esto le hizo decir a Novalis que la crítica de la poesía es un absurdo. No en vano, en el siglo XVIII el padre Feijóo, al referirse a la poesía, hablaba de ese no sé qué. Y no hace mucho Pedro Salinas decía: Todo comentario a una poesía se refiere a elementos circundantes a ella: estilo, lenguaje, sentimientos, aspiraciones, pero no a la poesía misma.

 La poesía es una aventura hacia lo absoluto. Es decir: la explicación de lo que no se comprende —en este caso, la poesía— sólo es posible por un único camino, la creación.


La creación sólo es explicable por la creación, así como el amor sólo es explicable o comprensible o ubicable por el amor. Basho vivía el Zen, lo creaba diariamente, se creaba en esa dimensión del espíritu en busca de lo absoluto. Y hay algo que los textos no señalan, pero que nosotros sabemos: Basho era, también, uno de los más grandes poetas de su tiempo. La única manera de recibir una creación, escribí alguna vez, es crearla de nuevo. Tal vez, crearse con ella.

POEMAS PROPIOS (23) AÑORANZA.

AÑORANZA

Más que a nada en el mundo añoraba la lluvia,
como si la lluvia fuera el heraldo de un deseo cumplido,
como si el advenimiento de la lluvia fuera confirmación,
aviso irrefutable de que algo bueno iba a ocurrir.

Ella era capaz de presentir la lluvia
porque le brotaban ramas de cerezos en las manos,
el olor inconfundible de las hojas de los cerezos en las manos,
el intenso color rojo del fruto de los cerezos en las manos.

Y salía descalza a fundirse con la lluvia,
como si la lluvia fuera el tan ansiado amante,
como si el amante se resbalara por su cuerpo,
como si una explosión de júbilo le creciera en la venas.

Y le nacían océanos abriéndose camino por los hombros,
lagos de una belleza extraordinaria bajando por los muslos,
mares con una fuerza incontenible bogando hacia la costa,
como si la lluvia fuera el punto culminante de la vida.

Ella presentía la lluvia
porque irrumpía espontánea la hierba por sus pechos,
toda la humedad de la hierba en sus pechos,
el excitante roce de la hierba en sus pechos.

Ella presentía la lluvia,
porque la lluvia se le desataba en la mitad de un éxtasis,
como una bendición, como el anuncio de la fertilidad
sobre las alas un paloma azul con una brizna de romero en el pico.

Ella era capaz de presentir la lluvia,
por eso es que salía descalza a celebrar su acontecer,
incluso antes de que la lluvia se hiciera presente,
incluso antes de que se fueran conformando las nubes.


Del poemario inédito: “Voces”


Imagen: Vincent van Gogh