DEREK WALCOTT
MAÑANA, MAÑANA
Recuerdo las ciudades que nunca he visto
exactamente. Venecia con sus venas de plata, Leningrado
con sus minaretes de toffee retorcido. París. Pronto
los impresionistas obtendrán sol de las sombras.
¡Oh! y las callejas de Hyderabad como una cobra
desenroscándose.
Haber amado un horizonte es insularidad;
ciega la visión, limita la experiencia.
El espíritu es voluntarioso, pero la mente es sucia.
La carne se consume a sí misma bajo sábanas espolvoreadas de
migas,
ampliando el Weltanschauung con revistas.
Hay un mundo al otro lado de la puerta, pero qué inquietante
resulta
encontrarse junto al propio equipaje en un escalón frío
cuando el alba
tiñe de rosa los ladrillos, y antes de tener ocasión de
lamentarlo,
llega el taxi haciendo sonar una vez la bocina,
deslizándose hasta la acera como un coche fúnebre—y subimos.