QUE TRATA DE LOS LÍMITES QUE IMPONE EL EQUILIBRIO
La mano izquierda, en sí tan altruista,
tan dada a mantener la compostura,
optó por ya no hablarse ni palabra
con la siempre sagaz mano derecha.
Y el cuerpo ya no pudo por más tiempo
guardar el equilibrio necesario,
ni pudo decidirse, pese a su inclinación,
así sin más por una o por la otra.
No que la mano izquierda, tan dada a la caricia,
pujara por romper al cuerpecito,
le abrumara de pronto la conciencia de clase,
ya no tragara más en el consenso.
Lo que ya no admitía era la actitud de la mano derecha,
tan dada a las excusas y tan cómplice,
mirando de ocultarse en el bolsillo
en tiempos de ruindad con los más débiles.
Imagen: Eduardo Kingman.