JOHANNES PFEIFFER
LA TAREA
CLAVE. REVISTA DE POESÍA Y
CULTURA.
CALI, COLOMBIA.
La poesía es arte que
se manifiesta por la palabra, como la música es arte que se manifiesta por los
sonidos, y la pintura arte que se manifiesta por los colores y las líneas. Todos
sabemos hablar, todos hemos aprendido a leer; de ahí que cualquiera de nosotros
se considere capaz de leer poesías, y se crea con derecho a valorarlas.
En otras palabras, como
el lenguaje, instrumento diario de comunicación, es familiar a todos, todos se
sienten competentes, aun en aquellos casos en que el lenguaje se ha empleado en
una «configuración». A esto se añade otro hecho: el prejuicio germánico en
favor de la llamada profundidad. Lo que ante todo suele buscarse en la poesía y
exigirse de ella son ideas y problemas; y en consecuencia, las gentes se
desentienden totalmente de si aquello que la poesía se propone y pretende decir
«existe» realmente en ella, si se ha transformado o no en configuración verbal.
Siempre podemos y podremos luchar
contra esta mezcla de presunción e impotencia, despertando nuevamente la
sensibilidad hacia la esencia de lo poético. Nuestra meta debe ser un trato
honrado y objetivo con la poesía. Pero sería erróneo suponer que esta
objetividad equivale a un juicio desinteresado o a una valoración esteticista.
No, la única actitud auténtica ante el arte es y será siempre una participación
sentimental y emotiva; aunque, claro está, todo depende de que mi sentimiento
sea acertado o desacertado y de que mi emoción se justifique o no; hay que
lograr, ante todo, la pureza del sentimiento.
El primer paso hacia esa pureza
consiste en aprender a no quedarnos insensibles ante lo que nos parece obvio.
Debemos hacernos sencillos e ingenuos; debemos preguntar consciente y
expresamente por cuanto creíamos ya sabido y conocido, cambiar los grandes
billetes de la comprensión consagrada por humildes moneditas; sólo así podremos
llegar a la esencia de las cosas.