jueves, 16 de junio de 2016

GRANDES POETAS (7) PHILIP LARKIN. ALBADA.

GRANDES POETAS (7) PHILIP LARKIN. ALBADA.

PHILIP LARKIN. REINO UNIDO. 1922-1985


ALBADA


Trabajo todo el día, y por las noches me emborracho.
Me despierto a las cuatro en una oscuridad callada, y miro.
Los bordes de las cortinas no tardarán en iluminarse.
Hasta entonces veo lo que siempre ha estado ahí:
La muerte infatigable, ahora un día entero más cerca,
Que borra todo pensamiento excepto
Cómo y dónde y cuándo moriré.
Árida interrogación: no obstante el temor
De morir, y estar muerto,
Centellea de nuevo, te posee, te aterra.

La mente se queda en blanco ante el resplandor. No
Por remordimiento –el bien no hecho, el amor no dado,
El tiempo despreciado- ni con tristeza porque
Una vida pueda tardar tanto en superar
Sus malos inicios, y quizá nunca lo consiga;
Sino ante la total y perpetua vacuidad,
La segura extinción hacia la que viajamos
Y en la que nos perderemos para siempre. No estar
Aquí, no estar en ninguna parte,
Y pronto; nada más terrible, nada más cierto.

Es un miedo concreto que ningún truco
Disipa. Antes lo hacía la religión,
Ese vasto brocado musical apolillado
Creado para fingir que no morimos nunca.
Y ese capcioso discurso que dice Ningún ser racional
Puede temer lo que no sentirá, no ver
Que eso es lo que tememos: ni vista, ni oído,
Ni tacto ni sabor ni olor, nada con que pensar,
Nada que amar ni a lo que estar ligado,
El anestésico del que nadie despierta.

Y así permanece al borde de la visión,
Una pequeña mancha desenfocada, un escalofrío
Permanente que deja todo impulso en indecisión.
Hay muchas cosas que quizá nunca ocurran; esta sí,
Y el comprenderlo es un rugido
De miedo al crematorio cuando nos pilla
Sin nadie y sin bebida. El valor no sirve:
Significa no asustar a los demás. Tener coraje
No te salva del último viaje.
Igual muere el llorón que el fanfarrón.

Lentamente se hace de día, y la habitación cobra forma.
Es evidente como un guardarropa, lo que sabemos,
Lo que hemos sabido siempre, sabemos que no podemos escapar,
Pero no lo aceptamos. Algo tendrá que desaparecer.
Mientras tanto los teléfonos se agazapan, dispuestos a sonar
En oficinas cerradas, y todo este mundo indiferente,
Intrincado y de alquiler comienza a despertar.
El cielo es blanco como arcilla, sin sol.
Hay trabajo que hacer.
Los carteros, como los médicos, van de casa en casa.



AUBADE

I work all day and get half-drunk at night.
Waking at four to soundless dark, I stare.
In time the curtain-edges will grow light.
Till then I see what’s really always there:
Unresting death, a whole day nearer now,
Making all thought imposible but how
And where and when. I shall myself die.
Arid interrogation: yet the dread
Of dying, and being dead,
Flashes afresh to hold and horrify.

The mind blanks at the glare. Not in remorse
-The good not donde, the love not given, time
Torn off unused- nor wretchedly because
An only life can take so long to climb
Clear of its wrong beginnings, and may never;
But at the total emptiness for ever,
The sure extinction that we travel to
And shall be lost in always. Not to be here,
Not to be anywhere,
And soon; nothing more terrible, nothing more true.

This is a special way obeing afraid
No trick dispels. Religión used to try,
That vast moth-eaten musical brocade
Created to pretend we never die,
And specious stuff that says No rational being
Can fear a thing it will not feel, not seeing
That this is what we fear –no sight, no sound,
No touch or taste or smell, nothing to think with,
Nothing tol ove or link with,
The anaesthetic form whieb none come round.

And so it stays justo n the edge of visión,
A small unfocused blur, a Standing chill
That slows each impulse down to indecisión.
Most things may never happen: this one will,
And realisation of it rages out
In furnace-fear when we are caught without
People or drink. Courage is no good:
It means not scaring others. Being brave
Lets on one off the grave.
Death is no diferente whined a than withstood.

Slowly light strengthens,and the room takes shape.
It stands plain as a wardrobe, what we know,
Have always know, knonw that we can’t escape,,
Yet can’t accept. One side will have to go.
Meanwhile telephones crouch, getting ready to ring
In locked-up offices, and all the uncaring
Intricate rented world begins to rouse.
The sky is White as clay, with no sun.
Work has to be done.
Postmen like doctors go from house to house.

Tomado de:




LECTURAS RECOMENDADAS: LA LEY DEL MENOR. IAN MCEWAN.



LECTURAS RECOMENDADAS  “LA LEY DEL MENOR”. IAN MCEWAN

 EDITORIAL: ANAGRAMA
 AUTOR: IAN MCEWAN.
TRADUCCIÓN: JAIME ZULAIKA.
BARCELONA.2015

Fiona Maye, jueza de un Tribunal de Familia, justo cuando está redactando el borrador de una sentencia en la que debe decidir sobre la solución más justa para las hijas de un matrimonio de religión judía cuyas desavenencias sobre cómo educar a las niñas los lleva a la ruptura, se ve súbitamente enfrentada a otra decisión: la solicitud de su marido, a punto de cumplir los 60 años, de que le permita mantener relaciones con otra mujer.

Y después, no mucho después del exabrupto, jadeante de indignación, había dicho en voz alta, por lo menos dos veces:
— ¿Cómo te atreves?
Apenas era una pregunta, pero él contestó con calma.
—Lo necesito. Tengo cincuenta y nueve años. Es mi último cartucho. Todavía no he visto pruebas de que exista otra vida después de ésta.
Era una observación pretenciosa y ella no había encontrado una réplica. Se limitó a mirarle fijamente y quizá boquiabierta. Entonces no había sabido qué decir y ahora, en el diván, se le ocurrió una respuesta: « ¿Cincuenta y nueve? ¡Jack, tienes sesenta! Es lastimoso, es banal».

Este es el marco en que el autor, una de cuyas características más notables es la de poner a los personajes de su novelas en situaciones límite, inicia el desarrollo de la trama.

¿Cómo reaccionamos cuando nuestros principios, convicciones morales e ideológicas, entran en crisis porque hay algo que emocionalmente no podemos aceptar? ¿Cómo hacer compatible nuestra coherencia con el sentimiento de abandono, humillación o desprecio cuando alguien nos pone a prueba lanzándonos un reto imposible de conciliar?

Mientras discute con Jack, su marido, Fiona no tiene otro argumento que la impotencia, la sensación de que va a quedarse sola y su propia autoestima dañada, para oponerse a la pretensión de su marido. En paralelo, va repasando mentalmente algunos casos que ha tenido que resolver en su calidad de jueza. Por ejemplo, el de permitir que uno de dos mellizos muriera como única solución médica para que el otro pudiera salvarse.

Citando al juez Ward, Fiona recordaba a todas las facciones en las primeras líneas de su sentencia: «Este tribunal es un tribunal de Derecho, no de moralidad, y nuestra tarea ha consistido en buscar, y nuestro deber es aplicar después, los principios pertinentes de la ley a la situación que analizamos y que es única».

Los prejuicios, en la mayoría los casos religiosos, pesando como losas en las decisiones judiciales, oponiendo la razón divina a la lógica de una sociedad laica, generando todo tipo de problemas morales en el intento de hacer valer la ley de la teología sobre el derecho civil.

Estas semanas intensas le dejaron marca, y apenas se había borrado. ¿Qué le había preocupado exactamente? La pregunta de su marido se la hacía ella misma, y ahora él esperaba una respuesta.
Antes del juicio había recibido un alegato del arzobispo de Westminster, católico romano. Fiona dedicó un párrafo respetuoso de la sentencia a consignar que el arzobispo prefería que Mark muriera junto con Matthew a fin de no interferir en los designios de Dios. No la había sorprendido ni inquietado que los clérigos quisieran eliminar la posibilidad de una vida significativa para sostener un postulado teológico

¿Y no también nuestros prejuicios los que nos llevan a oponernos a la lógica cuando algo muy personal nos afecta? ¿No se resquebraja todo el armazón intelectual sólidamente construido cuando alguien nos plantea algo que pone en peligro nuestra aparente seguridad?

El clic del vaso de Jack contra la mesa de cristal le devolvió a la habitación y a su pregunta. Él la miraba fijamente. Aunque ella hubiera sabido formular una confesión, no se sentía con ánimos para hacerla. Ni para mostrar debilidad. Tenía trabajo que hacer, terminar la última parte de la sentencia, y le esperaban los ángeles. La cuestión no era su estado de ánimo. El problema era la elección que estaba haciendo su marido, la presión que estaba ejerciendo. De pronto volvió a enfurecerse.

En medio de esas turbulencias, Fiona es requerida para tomar una decisión de urgente sobre un chico de 17 años, aún menor de edad, que sufre de un cáncer y necesita ser operado sin dilación. Sus padres, testigos de Jehová, y el propio muchacho, se oponen a una imprescindible transfusión de sangre que los médicos necesitan hacerle.

Se abre aquí la parte más dramática de la trama. En el proceso de toma de decisiones, Fiona tendrá que hacer frente a situaciones inesperadas y su relación con el muchacho la llevará a vivir una situación límite y a descubrir aspectos de su personalidad que permanecían completamente ocultos.

La prosa incisiva del autor casi nos obliga a tomar partido, a interrogarnos a nosotros mismos sobre nuestras seguridades y la fortaleza relativa de los pilares sobre los que sustentamos nuestras convicciones y el acontecer de nuestras propias vidas.

—Era el muchacho más dulce del mundo —susurró—. Quería venir a vivir con nosotros.
— ¿Nosotros?
Jack Maye había llegado a la mayoría de edad en los años setenta, en medio de todas las corrientes intelectuales de la época. Había enseñado en una universidad durante toda su vida adulta. Lo sabía todo sobre lo ilógico del doble rasero, pero el conocimiento no le protegió. Fiona vio en su cara la ira que le tensaba los músculos de la mandíbula, le endurecía los ojos…
—Pensaba que yo podía cambiarle la vida. Supongo que quería convertirme en una especie de gurú. Pensaba que yo podía… Era tan serio, estaba tan hambriento de vida, de todo. Y yo no…
—O sea que le besaste y quería vivir contigo. ¿Qué intentas decirme?
—Le rechacé. —Movió la cabeza y por un momento no pudo hablar.


Algo ha invertido el orden de los factores. Ya ninguno de los dos será el mismo.