MAC Y SU CONTRATIEMPO
ENRIQUE VILA-MATAS
Editorial: Seix Barral. Barcelona, 2017
EL INELUDIBLE PESO DE LA
TRADICIÓN
Ese lado atractivo de la repetición lo vio Kierkegaard cuando dijo que
ésta y el recuerdo eran el mismo movimiento, pero que en sentidos opuestos, “ya
que aquello que se recuerda se repite retrocediendo, mientras que la repetición
propiamente dicha se recuerda avanzando. Por eso la repetición, si es que ésta
es posible, hace feliz al hombre, mientras que el recuerdo lo hace desgraciado”.
Decía Borges que “la originalidad
es imposible. Uno puede variar muy ligeramente el pasado, cada escritor puede
tener una nueva entonación, un nuevo matiz, pero nada más. Quizá cada
generación esté escribiendo el mismo poema, volviendo a contar el mismo cuento,
pero con una pequeña y preciosa diferencia: de entonación, de voz y basta con
eso”
El peso de la tradición resulta
ineludible y la pretendida novedad se circunscribe a pequeñas variaciones o
ligeras modificaciones de algo que ya ha sido expresado. Mac, “el modificador”
como el mismo de identifica, parece tener clara esta idea y, una vez perdido su
trabajo a consecuencia de la crisis económica reciente, ve la oportunidad de
“escribir para saber lo que escribiría si escribiera”.
Se propone reescribir modificando
la obra de un famoso escritor, vecino suyo, al que ha oído comentar que su
novela “Walter y su contratiempo”, de la que parece renegar, es en realidad un pecado de juventud. Mac, lector impenitente, tiene la intención de reescribirla
sin que su vecino se entere, y a tal efecto decide que la mejor manera de
aproximarse a su objetivo es la de empezar escribiendo un diario como ejercicio
previo que le permitirá más tarde abordar la tarea que se propone.
En clave metaliteraria, Enrique
Vila-Matas aborda, con cierta ironía, el tema de los autores desaforados por
querer ser originales, rupturistas, innovadores, rompiendo con las formas ya
establecidas y consagrarse gracias “al genio” que les procura ser únicos y
novedosos. Una sutil reflexión que nos
enfrenta al hecho de la imposibilidad de renunciar a todo lo bueno que ya ha
sido escrito. Por eso, Mac es fundamentalmente un lector cuya única pretensión
es la de realizarse anónimamente sin que los demás conozcan el resultado de su
trabajo:
…pero esa felicidad no es algo que esté deseando que perciban los
demás. No me gusta ningún tipo de ostentación. En mí siempre ha habido una
necesidad de pasar lo más inadvertido posible. Y de ahí mi tendencia, siempre
que es posible, a ocultarme.
El placer de escribir, esa
posibilidad, esa expectativa de descubrir y descubrirse creando. Esa tentación,
demorada en el tiempo, que ahora parece, por las circunstancias del narrador,
que va a poder plasmarse en la realidad:
A veces me digo que me salvé de un gran infortunio cuando, ya desde tan
joven, se fue todo conjurando para que no tuviera ni un minuto para comprobar
que escribir es dejar de escribir…disfrutar del maravilloso espíritu del
principiante del que tanto me regocijo en este preciso-más que exacto- momento.
La literatura como motor de la
propia vida, no divorciada de ella. El impacto que ciertas lecturas (Mac
muestra sus preferencias por el cuento o el relato por considerar que es ahí
donde la intensidad de lo narrado se manifiesta más directamente) pueden
provocar en nuestra vida. La lectura que nos descubre aspectos de nuestra
propia personalidad que permanecían ocultos y la escritura que nos lleva a
indagar, observar, interactuar con los otros y puede, como es el caso de Mac,
cambiar el rumbo de la propia existencia.
Porque otro de los puntos fuertes
de este trabajo es el del protagonismo que se le da al lector. A lo largo de la
relectura de los distintos capítulos de Walter y su contratiempo, Mac (¿o
cabría decir Enrique Vila-Matas?) hace gala de todo su bagaje lector aludiendo
a autores tanto clásicos como actuales que sirven a la vez como guía sugerente
de posibles lecturas a realizar: Cheever, Samanta Schweblin, Djuna Barnes,
Borges, Hemingway, Carver, W. Foster Wallace, Bolaño, Piglia, Malamud, Schwob,
Rhyes, Poe, Chesterton, George Perec, y otros muchos que asumirán un
protagonismo más o menos relevante a lo largo del desarrollo de la trama.
En El Coyote, (un barrio
Barcelona que ha adoptado este nombre como homenaje a aquel incansable escritor
de novelas del oeste que tanto influyó en nuestras primeras incursiones
lectoras allá por la adolescencia: José Mallorquí Figuerola), Mac emprende el
largo proceso de relectura y reescritura de “Walter y su contratiempo”. Empresa
esta que lo llevará al encuentro de ese lugar en el que se cuenta que nació la
literatura oral y en el que la gente se sienta a escuchar historias narradas
por distintos personajes que repiten y mezclan aspectos de su vida con otras
historias en una suerte de comunión directa que da su auténtico sentido a la
literatura: el arte de contar historias embelesando a los potenciales oyentes.
Haciéndoles copartícipes de las historias que están oyendo, haciéndoles sentir
emociones de todo tipo, haciéndolos más humanos.