EPÍLOGO DE JOAN MARGARIT A:
"AMAR ES DÓNDE". (FRAGMENTO)
Hasta ahora mi vida ha sido la
poesía y continúa siéndolo. Nada ha tenido poder sobre mí si se me ha permitido
escribirlo. Circunstancias que, sin la poesía, me habrían debilitado, con la
poesía me han fortalecido. La lengua en la que hablo y la lengua en la que
escribo los poemas es la misma. Así lo hicieron los poetas de quienes lo
aprendí: Gabriel Ferrater o Philip Larkin. Otros, al contrario, acentúan la
diferencia entre la lengua hablada y la lengua del poema, como es el caso de
Josep Carner. Pero todos ellos me han enseñado que la inspiración, por lejano o
extraño que parezca a veces el poema, no puede venir más que de la propia vida.
La lectura del poema, que es una
operación muy parecida a la escritura, también se hace a través de la vida de
la lectora o el lector. Por eso pienso que, antes de hacerlo de una manera
erudita, se debe leer "de verdad" el poema. Al margen de
significados, interpretaciones o análisis críticos, sin que nada interfiera, y
menos las observaciones hechas desde muy lejos de la sencilla y profunda
penetración de las palabras en nuestro ánimo. Dicho de otro modo: hay que
quedarse solo con el poema…
…Si el poema conmueve lo hace a
través de la vida del lector o de la lectora. Y lo hace, no a través de lo que
es accesorio en el momento de la lectura, sino de lo que es primordial. Como si
cada vida fuera un pozo desde el cual bajar a una única corriente de agua. El
poeta baja desde el suyo. La única característica es que el buen poema llega a
esta corriente profunda y el mal poema no baja lo suficiente, se queda siempre
demasiado alto, en seco.
Una persona, aunque no tenga una
gran cultura, si siente con emoción que lo que ha leído expresa algún aspecto
de su conciencia o de su vida, es que entiende el poema…