SIETE CASAS VACÍAS
(Premio de Narrativa Breve Ribera
del Duero)
AUTORA: SAMANTA SCHWEBLIN
Editorial: Páginas de Espuma.
Madrid, 2015.
LOS SINUOSOS LÍMITES DE “LA
NORMALIDAD”
B: Es lindo, sí, pero apenas lo
suficientemente grande para una persona, o bueno, dos personas que sean
realmente cercanas.
A: ¿Conoces a dos personas
realmente cercanas?
Andy Warhol. La filosofía de
Andy Warhol.
Ésta es una de las citas que
sirven de pórtico a este libro de relatos de Samanta Schweblin del que tuvimos
noticias a través de Mac, el personaje principal de “Mac y su contratiempo” de
Enrique Vila-Matas. Una de los aspectos más apasionantes de la experiencia
lectora consiste, cuando se hace posible, en ir tirando del hilo de la madeja
de autores que los personajes, como es el caso, o el propio autor de la novela
que estamos leyendo, cita, directa o indirectamente, como referencias de su
propio proceso creativo.
Tirando de ese hilo llegamos a
los originales y perturbadores relatos de “Siete casas vacías”. Resulta poco
objetivo como criterio. No obstante, en nuestra experiencia lectora tiene una
especial relevancia la constatación de que, ya desde el primer relato,
resistimos el efecto de la ley de la gravedad. No que ésta no se cumpla, sino
que oponemos resistencia a su cumplimiento sujetando firmemente el libro, sin
duda porque hemos quedado atrapados en la trama y eso genera una expectativa
que nos lleva a continuar leyendo con avidez.
Inquietante, perturbador, no
exento de mordacidad e ironía, el modo en que la autora refiere en “Nada de
todo esto” la lucha entre madre e hija por establecer los límites de “la
normalidad” en una visita, una de tantas, a ver casas ajenas. El símbolo del
azucarero y el modo en que la hija reacciona ante el requerimiento de la dueña
de la casa invadida, deja ese sabor de desconcierto y admiración que suelen
dejar las buenas historias. Algo que nos traspasa, nos conmueve, nos cuestiona
y nos propende a la empatía con esa madre obsesionada con visitar una y otra
vez casas ajenas:
— ¿Qué es lo que estás haciendo, mamá?
— ¿Cómo que qué estoy haciendo? —su estupor parece sincero.
—Sé exactamente qué es lo que estamos haciendo, pero acabo de darme
cuenta de lo extraño que es. Mi madre no parece entender, pero responde, así
que sabe a qué me refiero.
—Miramos casas —dice.
Desconcertante, (aquí
el humor, un humor peculiar, resulta un recurso cuya gradación va condicionando
el desarrollo de la trama), resulta la lectura de “Mis padres y mis hijos”. Una
historia en la que de nuevo los límites entre lo normal y lo anormal se diluyen
generando esa sensación de desconcierto a la que aludimos anteriormente. ¿Qué
es lo políticamente correcto? ¿Qué es la normalidad? ¿Qué condicionamientos e
inhibiciones nos impiden aceptar ciertas actitudes de los otros? ¿Quién o
quiénes son realmente los “anormales”? :
El caniche aparece
llorando por lo bajo con la cola entre las patas. Marga lo alza y, mientras el
perro la lame, ella frunce la nariz y le dice: «michiquititingo-michiquititingo».
Charly la mira con la cabeza inclinada, quizá solo intenta entender. Entonces
ella se vuelve en seco hacia él, alarmada, y dice: —
¿Dónde están los chicos?
—Estarán detrás —dice
Charly—, en el jardín.
—Es que no quiero que
vean así a sus abuelos.
Los tres giramos a un
lado y al otro, pero no los vemos.
Impresionante “La respiración cavernaria”, para nosotros
el mejor relato si tuviéramos que establecer un orden de preferencias. Tensión
dramática sostenida a lo largo de toda la narración y una vez más estudiada
gradación del sentimiento de angustia hasta alcanzar transmitir la sensación de
terror. Una mujer tiene una lista en la que lleva apuntado todo lo que le
resulta imprescindible tener en cuenta antes de morirse. Muerte que ansía pero
que, pese a su deseo, no consigue que se produzca. El dolor por el
fallecimiento de un hijo y la imposibilidad de asumirlo lleva a Lola a crearse
un mundo insólito de sordidez, angustia, paranoia y sospecha que la atención de
su marido no solo no consigue atenuar sino que contribuye a exacerbar el ánimo
de la protagonista:
LA LISTA ERA PARTE DE UN
PLAN: Lola sospechaba que su vida había sido demasiado larga, tan simple y
liviana que ahora carecía del peso suficiente para desaparecer. Había concluido,
al analizar la experiencia de algunos conocidos, que incluso en la vejez la
muerte necesitaba de un golpe final. Un empujón emocional, o físico. Y ella no
podía darle a su cuerpo nada de eso.
No menos intrigantes resultan el resto de los relatos que
completan el libro. Mención especial de “Un hombre sin suerte”, incluido en
esta edición aunque no forma parte de la concepción original. La apariencia, la
desconfianza, los recelos, la pérdida de valores, conduce a un hombre a un
final aciago aunque su intención no sea otra que la de hacer que una niña se
sienta feliz el día de su cumpleaños.
“Pasa siempre en esta casa”; “Cuarenta centímetros
cuadrados”, y “Salir” son los títulos del resto de relatos que conforman el
libro de esta autora cuya lectura nos ha resultado gratificante y que
recomendamos a otros posibles lectores con el deseo de que también ellos se
sientan atrapados no solo por las historias que se narran sino también por el
particular modo de narrar de la autora.
DATOS DE LA AUTORA:
Samanta Schweblin nació en Buenos Aires, Argentina, en
1978. Su primer libro, El núcleo del disturbio (2002), obtuvo los premios
Haroldo Conti y Fondo Nacional de las Artes. El segundo, Pájaros en la boca
(2009), fue distinguido con el premio Casa de las Américas y traducido a trece idiomas.
Becada por distintas instituciones, vivió temporalmente en México, Italia,
China y Alemania (Berlín), donde reside desde hace dos años. Fue seleccionada
por la prestigiosa revista Granta como uno de los «mejores narradores en español»
y ha obtenido recientemente el premio Juan Rulfo de Francia y el premio Ribera
del Duero de Narrativa Breve por su último libro Siete casas vacías (2015).
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