CONOCIMIENTO Y COMUNICACIÓN. (FRAGMENTO)
JOSÉ ANGEL VALENTE.
Hacia la experiencia como
elemento dado se tienden, con sensibilidad especialmente adiestrada, dos largas
antenas de intereses diversos, el científico y el poético. Porque la
experiencia como elemento dado, como dato en bruto, no es conocida de modo inmediato.
El hombre, sujeto de la compleja síntesis de la experiencia, queda envuelto en
ella. La experiencia es tumultuosa, riquísima y, en su plenitud, superior a
quien la protagoniza. En gran parte, en parte enorme, rebasa la conciencia de
éste.
Sabido es que los grandes (felices o terribles) acontecimientos de la
vida pasan, suele decirse, «casi sin que nos demos cuenta». Precisamente sobre
este inmenso campo de realidad experimentada pero no conocida opera la poesía.
Por eso toda poesía es, ante todo, un gran caer en la cuenta. Pocas expresiones
más exactas de esa verdad podrían espigarse que el arranque de lo que
constituye una de las dos o tres cimas soberanas de la poesía castellana, las
Coplas de Jorge Manrique.
En el momento de la creación
poética lo único dado es la experiencia en su particular unicidad (objeto
específico del poeta). El poeta no opera sobre un conocimiento previo del
material de la experiencia, sino que ese conocimiento se produce en el mismo proceso
creador y es, a mi modo de ver, el elemento en que consiste primariamente lo
que llamamos creación poética.
El instrumento a través del cual el conocimiento
de un determinado material de experiencia se produce en el proceso de la
creación es el poema mismo. Quiero decir que el poeta conoce la zona de
realidad sobre la que el poema se erige al darle forma poética: el acto de su
expresión es el acto de su conocimiento. Sólo en ese sentido me parece adquirir
su auténtica dimensión de profundidad la afirmación de Goethe: « La suprema, la
única operación del arte consiste en dar forma».
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