“LA HORA DE LA ESTRELLA”
CLARICE LISPECTOR.
EDICIONES SIRUELA.
Rodrigo S. M., un escritor frustrado,
que necesita escribir para no morirse de desesperación, intenta buscar el modo
de referir la historia de Macabea, historia que no conoce sino que debe de ir
desarrollando según avanza en su empeño.
¿Cómo narrar la historia de
alguien que en realidad no es nadie? ¿Qué ata a esa persona a la vida? ¿De
dónde le nace el deseo de continuar? ¿De dónde las falsas ilusiones que irá
haciéndose? ¿Qué sentido tiene una vida así?
El primer hallazgo que hacemos es
el de ese narrador que desconoce lo que va a sucederle al personaje cuya vida
se dispone a contar pero que de algún modo ya presume cuáles van a ser las
aciagas circunstancias que tendrá que encarar:
Esta historia sucede en estado de emergencia y de calamidad pública. Se
trata de un libro inacabado porque no tiene respuesta, respuesta que, espero,
que alguien en el mundo me dará.
Él mismo irá asistiendo al
acontecer en la vida de una muchacha que perdió a sus padres muy pronto y no
cuenta para nadie. Una metáfora de la marginación desarrollada con una inmensa
ternura sin caer en el empalago y haciendo que el lector se tenga que hacer las
mismas preguntas que él se irá haciendo a lo largo de la narración.
¿Cómo es que yo sé todo lo que seguirá y que todavía desconozco, ya que
nunca lo viví? Es que en una calle de Río de Janeiro, atrapé al vuelo el
sentimiento de perdición en el rostro de una muchacha nordestina…También sé de
las cosas por estar viviendo. Quien vive sabe, aún sin saber que sabe. Así es que
ustedes saben más de lo que imaginan aunque finjan que son sonsos.
Una joven que nada tiene y nada
pide. Todo le parece normal en su situación y, aunque nada entiende, le llama
la atención lo que escucha en una emisora de radio, amén del tic-tac del reloj.
Trabaja de mecanógrafa en condiciones miserables y comparte piso con otras
trabajadoras.
Pero lo historia no termina de
arrancar. El narrador duda, no se decide a empezarla propiamente:
Estoy en el precalentamiento del cuerpo antes de comenzar, refregándome
las manos para adquirir coraje…No, no es fácil escribir. Es duro como romper
rocas. Aunque vuelan, como aceros espejados, chispas y astillas.
Y poco a poco asistimos “pasmados”
a los avatares de la vida de esta “nordestina” que afronta la vida como si
estuviera de más, como si sobrara, con una resignación y un estado de ánimo que
la conducen a asumir todas sus desgracias como el resultado lógico de su
condición:
La persona de la que voy a hablar es tan tonta que a veces les sonríe a
los demás en la calle. Nadie responde a su sonrisa porque ni siquiera la miran.
El jefe amenaza con despedirla,
el único novio que tenía termina abandonándola porque tiene “otras aspiraciones”,
no sabe apenas lo que es el llanto, por eso cuando el novio la deja ríe a
carcajadas, suele ir al cine una vez a la semana y sueña con ser una estrella.
Su visita a una pitonisa le hará
recobrar las esperanzas perdidas. Y sí, será una estrella.
Una novela excelente de una
escritora que ha ido ganado en consideración a lo largo de los años. Esta,
parece ser, fue su última novela. Un colofón prodigioso.
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