BOCA QUE BESA NO CANTA: ENTREVISTA A OLGA OROZCO
(Publicada en la revista Último
Reino, en diciembre de 1994 y realizada por: María del Carmen Colombo, Patricia
Somoza y Mónica Tracey.)
La obra de Olga Orozco es fundante
en la literatura argentina contemporánea. La publicación de su último libro Con
esta boca en este mundo fue el motivo para hablar acerca de su escritura, de
sus compañeros de ruta, de la literatura como medio de vida, de sus casi
desconocidos relatos, del amor, de la poesía, de una pasión infinita.
Ella dice que habla en
endecasílabos, con la medida de su respiración. Dice también que nunca se
sintió poeta. Que su poesía ha sido una apuesta esperanzada y sin esperanza a
la vez, apenas una aproximación, una búsqueda de respuesta a cada interrogante.
Sin embargo, la que habla es Olga Orozco, la autora de libros como Los juegos
peligrosos, Museo salvaje, La noche a la deriva. Su casa llena de luz es el
lugar de encuentro, la escena propicia para la conversación.
P: ¿En qué momento sintió que era una poeta?
O.O: Ah, yo no lo he sentido
nunca. Todavía no lo siento. Siento que soy una persona que escribe poemas.
Nada más. Pero de allí a sentir que soy una poeta, no lo sentí nunca, todavía
estoy aspirando al título.
P: ¿Alguna vez dudó de su escritura?
O.O: Siempre, permanentemente. Yo
siempre siento que el poema es una especie de apuesta esperanzada y sin
esperanza a la vez. Porque sé que no voy a acertar nunca con el centro preciso
de nada de lo que quiero decir. Es una aproximación, nada más. Pero la apuesta
se vuelve a repetir, naturalmente, no se renuncia. No sé, creo que debe ser la
sensación de casi todos. Creo que salvo los poetas muy descriptivos, esos que
consiguen encerrar un paisaje en lo que hacen, el resto no llega nunca a ese
centro. Pero si la poesía se te confunde con una visión sagrada y no sé si
acertar con algo es acertar también con la palabra sagrada, el momento de
acierto con algo debe ser como una revelación. Yo supongo que se paga muy caro:
se debe pagar o con el silencio, o con la enajenación o con el balbuceo
permanente como Rimbaud, Hölderlin o Artaud.
P: “Hemos hablado demasiado del silencio...”, dice usted en un poema de su
último libro...
O.O: Hay dos clases de silencio:
está el silencio de la pausa, es decir el silencio del vacío, que puede darse
por muchas razones. Y está el silencio de la plenitud, que siempre es aparente
(enseguida sientes que lo tienes que llenar con algo nuevo). Pero yo creo que
se ha sobrevalorizado el silencio con relación a la palabra. Parece que todo el
mundo escribiera para llegar al silencio. Y yo creo que es una mala
interpretación acerca de Rimbaud, quien es tomado como ejemplo para esto. Como
si la gran consecución, el gran logro de Rimbaud hubiera sido su silencio. Yo
no creo que haya sido así, para nada. Ahora, ¿es una renuncia, es un desdén o
es otra cosa? No lo sabemos.
Para leer la entrevista completa:
No hay comentarios:
Publicar un comentario