ALGUNOS POEMAS DEL LIBRO: CIERTA FORMA DEL VIENTO EN LOS CABELLOS. 2011.
ALZHEIMER
Nos vemos en Nadville cuando anochezca,
justo en la intersección de dos abrazos,
donde la sangre busca a sus homónimos
y el cuerpo en general se reblandece.
Yo llevaré memorias fragmentadas,
lleva tú lo que guardes del deseo
y alguna provisión para el camino
que puede resultar largo y abrupto.
Tal vez, si aún tengo brotes de cordura,
me ponga tu bufanda preferida
y aquella flor ajada en la chaqueta
junto a papeles y otras inquietudes.
Tú no te olvides de llevar la lluvia
ni la resolución en la mirada
ni los resquicios de la hierba al viento
ni las cóncavas palmas de las manos.
Si acaso por razón de tiempo y forma
alguno de los dos se descompone
que el otro solidario lo acompañe
hasta un lugar seguro.
¡Qué no se sienta confundido y solo!
LAS ROCAS EN QUE VIVO HAN GENERADO
un curioso y preciso movimiento:
se buscan con las manos bajo el agua
y tejen una red imperceptible
de lazos y junturas fraternales.
Saben que la distancia es el olvido
y el mar es mucho mar para andar solas.
DE MI MADRE MUY JOVEN
De mi madre muy joven recuerdo que volaba
meciéndose en las liñas de una incierta azotea,
susurrando con mimo canciones melancólicas
que hablaban casi siempre de amores separados.
Un prodigio en el arte de pulir la madera
sobre la que volcaba sus manos poderosas
hasta sacarle el lustre que le correspondía
con un cepillo mágico que guardaba con celo.
Como una partisana en un febril combate
se ponía de rodillas armada hasta los dientes
sin casi apenas cera y una antorcha en los ojos
para alumbrar el brillo de aquellos escalones.
No logro recordarla contemplando el paisaje
o asomada al balcón a la luz de la luna,
procedía de una estirpe tenaz y luchadora
combatiendo en el bando de las cosas que cuentan:
coser los agujeros, como quien cose nubes,
a viejos calcetines que se sobrevivían,
devolver a las plantas su verdor y su brío
y aprovechar la lluvia para ocultar el llanto.
NACER POR POCO
A veces pienso que nací por poco.
Por nada, por nacer, por la costumbre.
No como hay que nacer: a grito en pecho,
a corazón batiente, a dentelladas,
sino más bien bajito y asustado
como para morir en un suspiro.
A veces pienso que nací de noche
para garantizar que el sol dormía
y no me iba a morder antes de tiempo
el débil corazón del que colgaba.
A veces pienso que nací esquinado,
circunspecto, dispuesto a regresarme,
como si la cabeza una vez fuera
reivindicara su retorno urgente.
A veces pienso que nací por poco
y mientras más lo pienso más me miro
no vaya a ser que de cintura abajo
esté medio enterrado en otro mundo.
A veces pienso que nací por poco.
Por nada, por nacer, por si las moscas.
PERDER LA CABEZA
No sé por qué han llegado por sorpresa a mi mente
los confusos recuerdos que guardo de cuando perdí la cabeza.
No por una mujer, ni bajo la inclemencia de la guillotina
en pleno fervor revolucionario, con las masas exultantes
entonando canciones y bebiendo junto al fuego en invierno.
No, sino que más bien la perdí literalmente; la dejé
olvidada
en un verso de un poema que no sabía resolver
y seguí mi camino, ya descabezado, hacia el olvido.
Mucho después, cuando la pude recobrar,
supe que iba de una lugar a otro y que la gente se asustaba,
y los niños salían despavoridos llamando a sus padres.
Me llevaron primero a un hospital psiquiátrico
y estuve sometido a un sutil tratamiento
de retorno por inducción sin resultado.
Después, según parece, me mandaron a la cárcel
por indocumentado y provocador pasivo.
Pero tuvieron que ponerme en libertad,
porque parecía que me habían condenado a muerte
y en el momento de la ejecución
les había salido una chapuza.
Con el tiempo, observando, me dicen,
que en realidad yo era pacífico,
estuvieron a punto de donarme a un laboratorio
de expertos en rehacer cabezas.
Hasta que una mañana, reluciente y febril,
según cuenta mi abuela, que estaba siempre al loro,
se escuchó a mi cabeza pronunciando con énfasis:
¡De un eterno soñar a
silente vigilia!
Era el verso causante de todo aquel enredo.
Debajo estaba yo, según dice mi abuela,
completo y sin secuelas aparentes.